Some Christians seem to have a very limited image of the Holy Trinity: nasty God the Father in heaven; sweet, lovely Jesus … and the bird! While the creeds teach that there is one God in three persons, they act as one in creating, saving and inspiring. In John’s Gospel Jesus says he does nothing on his own (5:30); “the Father and I are one” (10:30); and “to have seen me is to have seen the Father” (14:9). Christians believe that Jesus came to fulfil the Old Testament; they believe, too, that everything in the Old Testament should be interpreted through the revelation of God in Jesus Christ.
 
This matters when we come to understand the meaning of plagues and other natural disasters. For the peoples of the ancient world, if there was a flood, plague or pestilence then God was saying something through it. But in the Gospels Jesus never sends a plague, a natural disaster or turns anyone into a pillar of salt. If Jesus isn’t into murderous retribution, nor, if we take him at his repeated word, is God the Father. Jesus is the incarnate correction to false views of how God works in the world.
 
So, even though Covid-19’s origins are yet to be finally established, they have a natural explanation, and the way the virus has spread has been in measure the result of poor human decisions. God has not sent the pandemic upon us.
 
Whenever there is a local or a global catastrophe, whether it is the fire that destroyed the roof of Notre Dame or the spread of Aids, there are always some Christians who say that it has been sent as a punishment by God for various contemporary sins. This reveals a belief in God as a kind of extra-powerful figure ruling the universe, a chief executive who tolerates bad behavior up to a point, but then his patience snaps and he stops the nonsense, sending a tsunami or a pandemic to remind us who is boss.
 
God as a vengeful tyrant is a neat if frightening solution to the deep pain in our lives: our suffering has to come from somewhere, and perhaps it is understandable that some seek the explanation that it is sent directly by God.
 
But there is a huge difference between God permitting evil in our world and God perpetrating such acts upon us. The Church teaches that the first proposition is true, but not the second, although listening to some Christians talking about the coronavirus pandemic you would be forgiven for thinking it did. Because God wants us to be fully free, our world holds the possibility of our choosing evil; if it were otherwise, we would be marionettes. This is a world away from God directly causing suffering and destruction.
 
Just because sometimes people grow through pain and suffering, it does not mean God has sent these things as a test: rather this growth is a testament to God accompanying us through every moment, inspiring us to be in solidarity with all God’s children, so that together we make the best decisions in the shadow of death and the valley of tears.
 
Nor does God send plagues to teach us things, though we can learn from them, and we are learning a lot right now about our delicate relationship with the created order and how poor choices made in one place can have unintended consequences in other places. We are also learning that the best response to natural disasters or health emergencies is transparency, good government, honest reporting, human ingenuity, responsible citizenship, and valuing the common good; we are also learning how extraordinarily resilient some of us are in the face of tragedy.
 
How can I be so confident that God is not deadly by nature? Because the God revealed in Jesus Christ is not a tyrant but a lover, a God prepared to go to any lengths – even to give up his life on the Cross – to save us, even though we do not deserve it. John 1:5 says, “God is light, in him there is no darkness.” If that is true, plagues and pandemics cannot be part of an arsenal of weapons deployed by an angry God to punish us for our selfishness and greed.
 
Spiritual sanity in these difficult days rests in seeing that every moment of every day God does what he did on Good Friday: not intervening to prevent humanity killing Jesus, but not allowing evil and despair to have the last word. The power of amazing grace enables us to make the most of even the worst situations, to help each other in every way we can, and to let light and life have the last word. Easter Sunday is God’s response to Good Friday: life out of death.
 
Richard Leonard SJ is the author of What does is all mean? A guide to living lives of faith, hope and love (Paulist Press).

Algunos cristianos parecen tener una imagen muy limitada de la Santísima Trinidad: el desagradable Dios Padre en el cielo; dulce, encantador Jesús ... y el pájaro! Mientras que los credos enseñan que hay un Dios en tres personas, actúan como uno en la creación, la salvación y la inspiración. En el Evangelio de Juan, Jesús dice que no hace nada solo (5:30); "El Padre y yo somos uno" (10:30); y "haberme visto es haber visto al Padre" (14: 9). Los cristianos creen que Jesús vino a cumplir el Antiguo Testamento; ellos también creen que todo en el Antiguo Testamento debe ser interpretado a través de la revelación de Dios en Jesucristo.

Esto es importante cuando llegamos a comprender el significado de las plagas y otros desastres naturales. Para los pueblos del mundo antiguo, si hubo una inundación, una plaga o una peste, Dios estaba diciendo algo a través de ella. Pero en los Evangelios, Jesús nunca envía una plaga, un desastre natural ni convierte a nadie en un pilar de sal. Si Jesús no está en retribución asesina, ni, si lo tomamos en su palabra repetida, es Dios el Padre. Jesús es la corrección encarnada a los falsos puntos de vista de cómo Dios trabaja en el mundo.

Por lo tanto, a pesar de que los orígenes de Covid-19 aún no se han establecido finalmente, tienen una explicación natural, y la forma en que se ha propagado el virus ha sido, en medida, el resultado de malas decisiones humanas. Dios no ha enviado la pandemia sobre nosotros.

Siempre que hay una catástrofe local o global, ya sea el incendio que destruyó el techo de Notre Dame o la propagación del sida, siempre hay algunos cristianos que dicen que Dios lo envió como castigo por varios pecados contemporáneos. Esto revela una creencia en Dios como una especie de figura extra poderosa que gobierna el universo, un director ejecutivo que tolera el mal comportamiento hasta cierto punto, pero luego su paciencia se rompe y detiene las tonterías, enviando un tsunami o una pandemia para recordarnos quien es el jefe.

Dios como un tirano vengativo es una solución ordenada pero aterradora para el profundo dolor en nuestras vidas: nuestro sufrimiento tiene que venir de algún lado, y tal vez sea comprensible que algunos busquen la explicación de que Dios lo envió directamente. Pero hay una gran diferencia entre Dios permitiendo el mal en nuestro mundo y Dios perpetrando tales actos sobre nosotros. La Iglesia enseña que la primera proposición es cierta, pero no la segunda, aunque escuchando a algunos cristianos hablar sobre la pandemia del coronavirus, se te perdonaría por pensar que lo hizo. Como Dios quiere que seamos completamente libres, nuestro mundo tiene la posibilidad de elegir el mal; Si no fuera así, seríamos marionetas. Este es un mundo alejado de Dios que causa sufrimiento y destrucción directamente.

Solo porque a veces las personas crecen a través del dolor y el sufrimiento, no significa que Dios haya enviado estas cosas como prueba: más bien, este crecimiento es un testimonio de que Dios nos acompaña en cada momento, inspirándonos a ser solidarios con todos los hijos de Dios, para que juntos tomemos las mejores decisiones a la sombra de la muerte y el valle de las lágrimas.

Dios tampoco envía plagas para enseñarnos cosas, aunque podemos aprender de ellas, y estamos aprendiendo mucho en este momento sobre nuestra delicada relación con el orden creado y cómo las malas decisiones tomadas en un lugar pueden tener consecuencias no deseadas en otros lugares. También estamos aprendiendo que la mejor respuesta a los desastres naturales o emergencias de salud es la transparencia, el buen gobierno, los informes honestos, el ingenio humano, la ciudadanía responsable y la valoración del bien común; también estamos aprendiendo cuán extraordinariamente resistentes somos algunos de nosotros ante la tragedia.

¿Cómo puedo estar tan seguro de que Dios no es mortal por naturaleza? Debido a que el Dios revelado en Jesucristo no es un tirano sino un amante, un Dios dispuesto a hacer todo lo posible, incluso a renunciar a su vida en la Cruz, para salvarnos, aunque no lo merezcamos. Juan 1: 5 dice: "Dios es luz, en él no hay oscuridad". Si eso es cierto, las plagas y las pandemias no pueden ser parte de un arsenal de armas desplegadas por un Dios enojado para castigarnos por nuestro egoísmo y avaricia.

La cordura espiritual en estos días difíciles descansa en ver que cada momento de cada día Dios hace lo que hizo el Viernes Santo: no intervenir para evitar que la humanidad mate a Jesús, pero no permitir que el mal y la desesperación tengan la última palabra. El poder de la gracia asombrosa nos permite aprovechar al máximo incluso las peores situaciones, ayudarnos mutuamente en todo lo que podamos y dejar que la luz y la vida tengan la última palabra. El Domingo de Pascua es la respuesta de Dios al Viernes Santo: vida fuera de la muerte.